Neil Gibson y Caspar Wijngaard | T Pub | 9780992752347 | 140 pp.
Luke works as a mailman in Los Angeles and moonlights as a thief — the empty houses on his postal route are rich, easy pickings for him and his friends. Everything goes as planned until one house turns out to not quite be so empty. The situation spirals out of control, leaving the happy-go-lucky thieves battling for their lives. And all because of Tabatha.
Encontré Tabatha por total casualidad. Una de éstas búsquedas aleatorias en Wallapop en las que de repente aparecen algunas perlas. Sólo la portada ya me llamó la atención, y no pude evitar buscar algo sobre la sinopsis. Tabatha era una sencilla miniserie de cuatro números que, de manera exclusiva para una de éstas famosas cajas por suscripción, había sido recopilado en un tomito. Estaba en mi ciudad y a buen precio, así que ¿porqué no probar?
La premisa es aparentemente sencilla: Un cartero aprovecha su ruta de reparto para registrar todas las viviendas en las que no está el propietario para entrar a robar junto a un grupo de amigos. Hasta aquí todo bien, ¿no? La cosa se complica cuando entran en la casa del tipo equivocado: un constructor de props para cine retirado cuya obsesión y fetiche por una muñeca sobrepasa lo habitual. O al menos ellos creen que es una muñeca. Es aquí donde todo se tuerce y donde comienzan los secuestros, las amenazas, las torturas y... En fin, que todo se va de las manos como podéis ver.
La verdad es que la historia comienza sin ser nada del otro mundo, una gamberrada, algo muy jetas y que no parece llevar a ningún lado, pero poco a poco se va tornando algo turbio, tenso y que, a pesar de saber la verdad detrás de todo ello, no hace sino mantenerte pendiente del final de los protagonistas. En cierta medida me ha recordado a películas como Tusk, Don't Breathe o la tan de moda Get Out, entre otras tantas. Fácilmente podría ser llevada al cine con un bajo presupuesto y un alto reconocimiento entre el público más aficionado a este tipo de largometrajes que entremezclan y hacen dudar entre realidad y ficción de manera magistral.
Lamentablemente, el dibujo es algo secundario. Si bien apoya un poquito el aire underground o casi marginal de este cómic, creo que hubiera ganado algo más decantándose por un aire mucho más estridente, caricaturesco o incluso realista. Sin embargo, se queda a medio camino entre todos ellos y, salvo los momentos en los que vemos a través de los ojos de Gustav, el prop maker demente, puede llegarse incluso incómodo por lo plano de los colores elegidos en algunos momentos determinados. En este caso es todo un poco meh.
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